Una de mis definiciones preferidas del término pedagogía es la que la define como "el arte o ciencia de la enseñanza". El arte se define como toda aquella acción creativa que tiene como fin expresar un mensaje que apele a los sentidos. La ciencia es una disciplina que busca descubrir con el fin de aplicar ese descubrimiento en bien de los seres humanos. El artista tiene una licencia que le otorga su capacidad creativa. El científico tiene una autoridad que le da su experiencia y su curiosidad.
El maestro es tanto artista como científico. La sala de clases es el lienzo donde se plasma la obra creativa del maestro. En su rol como científico el maestro experimenta buscando la mejor manera de llevar el material para que los estudiantes aprendan. La pedagogía es un balance entre arte y ciencia cuyo fruto se da en el aprendizaje y aprovechamiento de los estudiantes.
Hay artistas buenos que han terminado mal cuando dejándose llevar por su licencia artistica cometen excesos hasta caer en el ridículo. Hay científicos buenos que han terminado mal cuando dejándose llevar por su experiencia formulan hipotesis que dan por ciertas y luego viene un científico más joven y lo desmiente. El maestro se vuelve antipedagógico cuando deja de sentir ese impulso por crear nuevas estrategias para enseñar y deja de experimentar con nuevas formas de enseñar.
El artista que deja de ser creativo pierde su público. El científico que deja de ser curioso pierde su audiencia. El maestro que se vuelve antipedagógico echa a perder un grupo que no aprenderá y probablemente creará un sentimiento de aversión hacia el aprendizaje fomentando el desgano y la apatía por las instituciones educativas.
Es muy importante que como maestros nos mantengamos tan creativos como el artista y tan curiosos como el científico para evitar caer en ser antipedagógicos.
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